Cuando nació mi hijo yo tenía más de un año trabajando independiente desde mi casa. Sentía que eso me iba a dar la flexibilidad que necesitaba para poder seguir ejerciendo mi profesión, sin tener que dejarlo al cuidado de alguien más.

Muchos me decían que los recién nacidos dormían mucho, que me iba a dar tiempo de trabajar en el día, que yo era afortunada porque podía trabajar desde casa con él.

Pero mi realidad fue otra, él dormía bastante, pero no en la cama ni en su cuna, sino en mis brazos. Yo vivía frustrada porque mi hijo no era como los otros bebés, me preguntaba si estaba haciendo algo mal porque no me dejaba hacer nada. Lo amamantaba de forma exclusiva a libre demanda, mientras estaba despierto apenas podía ponerlo un rato en el porta bebé para yo cocinar o atender algo rápido, pero cuando dormía, debía estar cargado y hacía varias siestas al día de una hora o más.

Lo que más hacía en ese tiempo era leer. Leía mucho desde mi teléfono, principalmente sobre maternidad y crianza. También me puse al día con muchas de mis series favoritas, pero esa sensación de que estás siempre cansada y que no has hecho “nada”, me perseguía. Hasta me compré un fular cuando tenía 2 meses, a ver si podía dormir allí y yo me sentaba en el computador, así como en la foto. Pero mi hijo siempre fue grande, yo soy pequeña y no era cómodo, no lograba concentrarme.

Empecé a trabajar en las noches, cuando se quedaba dormido, era el único sueño que hacía en la cuna, el más profundo que alcanzaba en todo el día. Recuerdo que pasé mucho días deseando que llegara la noche para que se durmiera y yo pudiera trabajar, y cuando llegaba la noche estaba tan cansada que no podía hacer nada. A veces lograba hacer algo, pero al otro día estaba cansada y de mal humor por no dormir bien.

Recuerdo buscar en blogs y redes sociales las historias de otras mamás que lograban trabajar desde casa, pensando que encontraría una respuesta a mi pregunta de ¿cómo hacen? Recuerdo específicamente un artículo en un blog que me enganchó, leí toda la rutina de esa mamá que trabajaba desde su casa, esperaba con ansias su receta mágica, hasta que contó que contrataba a una persona para que atendiera a su bebé algunas horas al día en su propia casa, así ella podía concentrarse.

Fue como una revelación, mientras esté con mi hijo, no puedo sentarme a trabajar, por lo menos no en mi área (programación) que requiere mucha concentración.

Entonces de tanto leer, internalizar y hablar con otras mamás en el grupo de apoyo postnatal de WhatsApp, decidí soltar esas expectativas, acepté que mi hijo no era como la mayoría, que le gustaba dormir cargado, que eso no sería para siempre, y paré algunos de los proyectos que tenía, los pausé por mi bien y el de mi hijo. Atendía lo que podía desde el teléfono, hacía lo que podía -cuando podía- desde el computador y puse pausa a mi carrera profesional para dedicarme a criar.

Alrededor de los 6 meses mi hijo ya hacía menos siestas al día y podía dormir media hora en la cama, eso era ganancia. Y a los 2 años y 4 meses, después de mes y medio de adaptación en el taller de verano, inició el año escolar en una guardería (nido) Montessori.

Cuando tuve ese tiempo para dedicarme a mi trabajo, fue cuando pude retomar mi carrera. Al principio no fue fácil, tenía que encontrar clientes, estábamos en un país diferente, pero surgieron oportunidades que se transformaron en proyectos, que me hicieron sentir útil profesionalmente hablando, y desde entonces he ido descubriendo nuevos intereses y pasiones a nivel profesional, que me llenen de verdad y me permitan criar, como todo lo que hago y comparto en este blog.

¿Qué aprendí de esto?

  1. Tus hijos son pequeños sólo por tiempo MUY limitado.
  2. Todo pasa.
  3. Las expectativas sólo te hacen sentir mal porque no siempre las alcanzas (que es la mayoría de las veces).
  4. Hay carreras, como las relacionadas con la maternidad, que te dan flexibilidad para trabajar desde casa con tus hijos sin agobiarte, y hay carreras que no, donde necesitas apoyo con el bebé para poder concentrarte.
  5. Debes encontrar tu propio ritmo, ajustado a tu realidad, a tu rutina diaria, para que puedas incluir esas actividades que necesitas hacer.
  6. Pide ayuda cuando la necesites y acéptala cuando te la ofrezcan.
  7. La maternidad puede ser la puerta a una transformación personal y profesional, si se lo permites.

No hay recetas mágicas que nos sirvan a todos por igual, cada bebé es único, cada familia es única, y cuando aceptamos eso, cuando nos entregamos al proceso, logramos encontrar nuestro ritmo, lo que mejor nos funciona y vivimos más plenamente nuestro nuevo rol como mamá o papá. Espero que esta experiencia te ayude a encontrar el tuyo.

Recuerda que puedes visitar mi canal de YouTube para ver más contenido y escuchar mi podcast «Criando en Positivo con Luisa mamá» en:

Consulta todos los episodios, aquí en el blog, desde este enlace.

Un abrazo,

Luisa

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.