Siempre que termina un año tendemos a cuantificar las metas que alcanzamos, lo que aprendimos, en fin, lo que nos dejó ese año. El 2018 fue particularmente agitado para nosotros y muchos cambios dieron pie a nuevos hábitos que hoy día estamos disfrutando.

Puedo decir que me siento más conectada con mi voz interior, que he tomado conciencia de muchos aspectos y he tratado de actuar de acuerdo a ello. Además, me reactivé profesionalmente con el desarrollo de Software e inicié un nuevo emprendimiento junto a mi esposo (tienda.luisamama.com), todo es ganancia cuando de crecimiento personal se trata.

Hace unos cuantos meses vimos un capítulo de «Bill Nye Saves the World» donde hablaban de la cantidad de alimento que se necesita para producir los diferentes tipos de carne que consumimos. Resulta que la carne de res es la que más requiere y a su vez, más daño causa al ambiente, ¡pero por mucho! La carne que menos recursos necesita es el pescado y es la más sana de las que compararon. Siempre he sentido necesidad de cuidar el medio ambiente, de buscar la forma de reutilizar las cosas o reciclarlas, pero desde ese día, de manera inconsciente, internalicé la gran huella ambiental que produce la carne de res y dejó de provocarme comerla. Realmente fue inconsciente, no me había percatado hasta meses después que me di cuenta de que simplemente no me daban ganas de cocinarla, no disfrutaba comerla y no la estábamos comprando, habíamos pasado de comerla casi a diario, a comerla una vez por semana o cada dos semanas, lo que más comíamos era pescado.

Entonces, un día hablando de alimentación en mi grupo de mamás, algunas amigas comentaban que, por períodos de tiempo corto, han adaptado una dieta vegetariana, algunas veces vegana y les ha ido de maravilla, contaban cómo su salud y sus vidas en general habían mejorado. En ese momento fue que tomé consciencia de los cambios que ya habíamos hecho y me percaté de que todo había sido a partir de ese capítulo de «Bill Nye Saves the World», esa conversación se fue el impulso que necesitaba para tomar la decisión consciente de mejorar nuestra alimentación, así fue cómo comenzamos a eliminar embutidos, evitar carnes rojas, incluir más vegetales, granos, más fuentes de proteína vegetal, a variar lo que comemos y prácticamente llegamos a comer proteína animal 1-2 veces por semana, mayormente pescado y pollo, y una que otra vez carne de res molida.

Nuestros cuerpos nos han demostrado que realmente ha sido una buena decisión, y para nosotros ha sido sorprendente pues hace no mucho tiempo pensábamos que era imposible evitar la carne roja. Y aquí estamos, tratando de comer mejor cada día. Durante Navidad nos salimos un poco de la rutina con las hallacas y el pan de jamón (que teníamos meses sin comprar) pero este mes volvemos a nuestros hábitos.

De la misma manera, hemos tomado más consciencia sobre los desechables y, sobre todo, el plástico que usamos y botamos. Un día leí un artículo sobre la cantidad de descartables que se usan en las celebraciones y otro día oí parte de una clase de reciclaje en el nido (guardería) de mi hijo, y debo decir que en mí caló el mensaje, no podemos seguir utilizando y desechando tanto plástico, tanto descartable. Realmente no son cambios grandes, son más bien hábitos que podemos adquirir y con ellos disminuir nuestra huella en el ambiente.

Por ejemplo, en las fiestas se usan muchos globos para decorar, ¿te has preguntado dónde acabará todo ese látex? Yo sí y ya no me nace usarlos. En el nido adoptaron la costumbre de usar bolas chinas de papel para las celebraciones, en lugar de los globos, y me pareció excelente. ¡Son reusables! Se pueden utilizar todos los meses sin necesidad de comprar nada adicional. Además hay tantas decoraciones que se pueden hacer con papel, cartón, tela… Realmente los globos no son indispensables, todo está en buscar alternativas amigables con el ambiente.

Lo mismo pasa con los platos y cubiertos, entiendo lo cómodo que son los descartables, pero podemos esforzarnos un poco por no usarlos. Hay muchas empresas que alquilan vajillas, cubiertos y vasos para fiestas o puedes usar los tuyos si son pocos invitados. No hay necesidad de comprar y usar desechables que probablemente terminarán en el océano o tardarán cientos de años en desintegrarse. La próxima vez que tengas una celebración, piensa bien si realmente necesitas los desechables, en caso de que no tengas otra opción, trata de comprarlos de cartón, minimiza el uso de plástico.

También dejamos de botar las botellas plásticas donde vienen algunos productos que compramos, aún no hemos encontrado dónde llevarlas para reciclar, pero no me atrevo a botarlas, me da muchísimo cargo de consciencia. Entonces, se han ido acumulando y es enorme la cantidad de plástico que usamos y normalmente botamos a la basura, ¡enorme! Haz la prueba en tu casa, por un mes conserva en algún lugar todos los envases plásticos que normalmente botarías a la basura (botellas de alimentos, de productos de limpieza, envases desechables de comida, botellas de agua; pajillas, popotes, pitillos) notarás lo rápido que te llenas de todo este plástico que terminará contaminando el medio ambiente si no lo reciclamos. Verlo así, apilado, te hace tomar consciencia de los desechos que generamos.

Es que ha sido tan profundo este proceso, que ya ni pido recibos de transacción en los cajeros automáticos. Me parece buenísimo que el sistema del cajero pregunte si deseas imprimirlo o no. Tenemos muchísimas formas digitales de comprobar el estado de las cuentas, no necesitamos imprimir un pedazo de papel que botaremos a la basura casi de inmediato.

En mi caso siento que aún hay mucho más por cambiar (como diminuir el consumo de azúcares y harinas refinadas). Ser consecuente todos los días es algo que me ha costado, ya que algunas veces por comodidad no lo soy, pero estoy clara de cuál es mi filosofía, mi objetivo, por qué hago lo que hago, y vuelvo a intentarlo de nuevo.

Al final creo que todo viene por el hecho de pensar en un futuro mejor para mi hijo. Cuando crías niños, te preocupas por aportar un granito de arena en la mejora del medio ambiente, por dejar este mundo un poquito mejor para las futuras generaciones. Además, si desde pequeños nuestros hijos nos ven practicando hábitos amigables con la Tierra, los adoptarán como propios y ellos continuarán el legado de cuidar nuestro mundo. Sólo el hecho de sembrar eso en sus corazones, vale el esfuerzo de tomar consciencia y empezar a practicar hábitos más saludables para todos, ¿te animas?

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