En nuestra época es fácil sumergirse en las pantallas y permanecer conectado a la tecnología. Tenemos televisión por suscripción a demanda, a toda hora, yo decido qué ver y sin comerciales; gente publicando contenido nuevo en redes sociales todos los días, video juegos, e-books, blogs de cualquier tema, noticias en línea, emprendimientos digitales, cursos en línea, y así podemos seguir mencionando todo lo que tenemos a nuestro alcance gracias a la tecnología.

Pero es necesario tomar una pausa, desconectar de la tecnología para conectar con la familia, porque nuestro tiempo en pantallas se traduce en tiempo desconectados de nuestra pareja y de nuestros hijos.

Ellos necesitan nuestra atención, nuestra mirada, nuestra escucha. Y no digo que te vayas de retiro al bosque, la montaña o la playa, o a acampar sin ningún dispositivo electrónica por varios días para compartir en familia, la desconexión puede ser tan simple como dejar el teléfono en silencio, fuera de tu alcance (por ejemplo, guardado en una gaveta), por una hora a la semana, para dedicarte a jugar con tus hijos. O salir a comprar pan, hacer las compras en el supermercado, ir al parque o a la iglesia sin teléfono.

Cuando estamos verdaderamente presentes y conectados, los niños lo sienten y lo agradecen con gestos, risas y abrazos. Sentirse atendidos de verdad les llena su jarra del amor, cubre sus necesidades de atención y entonces ya no la buscan de forma errada (rabietas, discusiones, luchas de poder).

Y no sólo se benefician ellos, tú también lo haces. Reírse a carcajadas de sus ocurrencias, escuchar sus historias y sumergirse en su mundo de fantasía, puede ser muy terapéutico para ti también, puede ser una buena dosis de autocuidado.

Te propongo que te plantees el objetivo de desconectar de la tecnología para conectar con la familia por unos minutos hoy, que dejes los pendientes a un lado -allí estarán cuando regreses-, y te entregues a la conexión desde el corazón.

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